Hoy es un día nuevo, un día más que mi cuerpo humano ha decidido regalarme.
Es un presente precioso el poder abrir de nuevo los ojos y ver el paisaje que la noche anterior quedó grabado en la retina de mis ojos, en aquel recuerdo que hoy es pasado y que ayer era presente.
Sentado en la cama, mi primer pensamiento es agradecer a todos los órganos que componen mi cuerpo por dentro, hayan decidido que hoy voy a vivir un nuevo amanecer, un nuevo levantar de la cama, un nuevo desayuno, un nuevo paseo, una nueva comida, un nuevo momento para compartir con los amigos, con los compañeros, con mi pareja.
Todos los días que recibimos, que vamos guardando en el disco duro de la experiencia, nos enseñan a esperar que en cualquier momento algo puede cambiar y dejamos este plano, este lugar que creemos eterno. Es el paso de sedentarios a nómadas del camino.
No hay nada eterno, nada que sea para siempre, nada que sea siempre lo mismo. Lo que nos hace caminar por estas avenidas de nuestra existencia humana son los cambios, los instantes en que algo nuevo sustituye a lo anterior. Cuando muere el que era para hacer nacer al que ahora es.
Recibimos los regalos de cada cambio, de cada giro de rumbo, de una experiencia distinta, de un lugar que no conocíamos. Pasamos etapas que hemos diseñado en el cajón de aquellos pensamientos que se crearon en un sueño, en un flash de intuición, en un momento de pasión.
En definitiva, los caminantes, los buscadores, los inmovilistas, los humanos todos ellos, conocen a otras personas que han tenido problemas, que les ha cambiado lo que llamamos vida de la noche a la mañana. Incluso nuestros amigos cercanos han cambiado sin darles tiempo a recoger todo lo material.
El perdonar, el dar las gracias, el bendecir situaciones que no entendemos cuando se producen, es lo que no sentimos en un mundo en donde lo material, la necesidad de disfrutar de todo lo que está en nuestro alrededor, nos hace depender de ello sin ver que son cosas de las que podemos prescindir.
Un giro en uno de los recodos del camino nos hace marcharnos del lugar donde estábamos asentados. Una guerra, un terremoto, un simple hecho que consideramos duro, nos deja en un nuevo horizonte.
No somos conscientes de nada, vivimos en un mundo opaco porque todo lo que nos rodea ha ido impregnando en nosotros la necesidad de ser más poderosos, de ser más ricos, de tener más amigos, de conseguir prestigio. De que la personalidad sea lo importante.
Las palabras muchas veces pueden no entenderse. Las vivencia también nos pueden engañar, el ego es el jefe hecho dueño a través de los engaños y de que nuestro entorno nos va acomodando en todo aquello que no nos crea problemas.
Cuando cambiamos la visión, cuando la intuición nos convierte en adivinos, cuando sentimos desde el corazón las cosas como algo superfluo, algo que está ahí para disfrutar de ello, pero que pasado el tiempo, no nos pertenece, es cuando podemos comenzar a vivir, a caminar sin estar atado a nada ni a nadie.
La soledad que creemos dañina es la sinceridad de un corazón que había sido oscurecido por una mente al servicio del ego. Eso que dentro de nosotros nos hace convertirnos en tacaños, duros, sin corazón, sin conciencia.
No es que el juzgar sobre todo esto me haga ser mejor que nadie. Todos somos iguales, vivimos los momentos según nos convengan las enseñanzas que tengamos que conocer. Lo importante de todo esto es darnos cuenta, observar todo esto y cambiarlo si así sentimos en nuestro interior que lo que el momento, el lugar o las circunstancias nos llegan muy dentro, entonces estaremos viviendo en el camino de la verdad, de nuestra verdad.
Gracias por un día más en que mi despertar contribuye a regalar estas palabras al viento, al universo, a todos aquellos que caminando por Internet han hecho una parada para pasar unos minutos ante esta reflexión. Gracias a todos por estar al otro lado…..
Seguimos un camino donde nos vamos conociendo y olvidando, donde la experiencia de cada encuentro abre una página en el libro de nuestra vida. Libro que compone la biblioteca de la sabiduría y el conocimiento de muchas vidas.
Miguel José
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