Paseaba por su plaza y delante de la iglesia había páginas escritas en el suelo. Losas grises con letras grabadas en aquel lugar, en aquella pequeña historia que queda dentro de los que pasan sus vidas por encima, de aquellos que ni siquiera han oído el sentimiento que alguien dejó escrito en algún lugar de la mancha.
Los turistas son los que observan con más interés las palabras dejado escritas sobre aquel lugar, en donde el sentimiento de un amor por los vinos de estas tierras, por las gracias a esos viñedos que acogen los racimos de unas uvas generosas, con su contenido envasado con la piel y el sudor de quienes siguen haciendo de su trabajo una vida.
Son personas como los demás, seres humanos consagrados a la realización de magnánimos sueños, de pensamientos donde pueden acariciar esas cepas de alto contenido en un esfuerzo muchas veces no comprendido.
Los que no viven en el frío del campo, en los calores de esos días de un Sol más poderoso que en otras tierras, de aquellos días de lluvia completos, de una sequía donde el polvo acompaña en el fondo de unos bolsillos vacíos.
Como vacío está el lugar de aquellos agricultores que con el pañuelo en la cabeza recorrían las tierras a lomos de una burra ecológica, de unos humos que solo salían de aquellas mentes que no entendían tanto esfuerzo para un pago tan indigno.
Las palabras de quien dejó grabado aquello en las páginas de mármol, o de los contenidos de alguna noche de embriaguez, no etílica sino embriaguez de sentimientos, de momentos en que una copa de aquellos vinos, tintos o blancos, dejaban el paladar de su alma escrito aquellos versos que hoy día fotografiamos en un color dejado al tiempo.
Caminar entre cultura, andar entre esculturas, pensar la vida en aquellos tiempos, en aquellas ciudades, en aquellas mentes nos sitúan en la verdadera ruta de los molinos de viento, de aquellos polvos que surgían del trotar de caballos y mulas.
Desde una planta que me hace ver media ciudad, Valdepeñas se ofrece a sus turistas, a estas personas que me acompañan y a mi propia humanidad, el detalle de ser un pueblo, proyecto de una ciudad importante, realidad de una capital de unos monumentos que van guardando las carreteras de acceso a la villa.
Sus vinos son excelentes, la denominación de origen hace honor a esos hombres y mujeres que agrandaban los días al levantarse a las cinco de la mañana, para esperar al Sol observando el regalo de una naturaleza muy dura para quienes la sienten en sus propias carnes.
Valdepeñas, esa localidad de una provincia como Ciudad Real, bien merece un brindis por sus gentes, por sus monumentos, por su historia, por quienes la sienten desde el corazón, y también por aquellos que la gozan en una simple copa de vino.
En estos pueblos de España, el viajar no solo es un placer, es sentir los lugares donde la realidad de unas vidas recogen la historia humilde y sincera de aquellos que fueron capaces de hacer realidad sus propios sueños.
Miguel José
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