La soledad es una palabra que nos indica, que nos da razón de un estado en nuestra vida y que se refiere a una carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Es lo que llamamos vulgarmente, estamos solos.
Soledad, en el lenguaje castellano, como muchas palabras, tiene muchas acepciones, que se refieren a otros estados que surgen dentro de nuestro Ser, o a algo que también indica carencia.
Una segunda acepción a la que se refiere nuestro diccionario de la lengua castellana, se refiere a un lugar desierto, o una tierra no habitada. En esta caso nos habla de una carencia en un lugar. Es la soledad de una tierra, donde no hay vida humana, la simple naturaleza en estado puro.
Hasta aquí siento que la soledad es un miedo que hemos compartido juntos muchos seres humanos dentro de esas sociedades cargadas de gente, de amplias avenidas, de grandes almacenes, de empresas saturadas de muchos compañeros de trabajo, de lugares de ocio grandemente frecuentados por millones de personas.
Es ahí donde más llega el miedo a no ser nadie, el miedo a no sentirnos junto a los demás, eso que en muchas ocasiones lo envolvemos dentro de un estado pasajero, de unos momentos en la vida de cada ser humano necesario para poder volver al grupo, a la masa, a aquellas noches cargadas de amigos o de aquellos momentos en que una comida lleve a una cena sin necesidad de encontrarnos solos.
Hay una tercera acepción que nos incluye dentro de un instante de nuestras vidas que nos encontramos de repente. Es el estado en que sentimos la ausencia, la muerte de un ser querido. O quizás también la pérdida de algo que tanto queríamos.
En este caso lo que hacemos es buscar la soledad y nos salimos de la corriente de vida. Dejamos fuera a la familia, a los amigos, a esos compañeros que tanto nos animan en nuestros días, inclusiva a esa persona que comparte momentos íntimos.
Cuando la pérdida se refiere a un ser muy querido, la experiencia nos deja un aprendizaje, nos deja el conocimiento de que en cualquier momento la vida nos puede cambiar. Es como un desvío que nos encontramos en el camino, donde cada uno se dirige por su lado, y la elección pueda decidirse inconscientemente. Es la separación, es la distancia, es la muerte física.
De aquí surge la melancolía, un estado en donde sentimos muy dentro la desilusión por aquél o aquello que se ha ido de nuestras vidas, por no poder volver a recuperar aquellos momentos, digamos que sería la enseñanza que nos quiere dar la situación.
Hablaríamos de dependencia, de no querer dejar de estar o vivir con aquello o aquél que sentíamos cada noche, cada día, en cada minuto de cada luna o de cada Sol. En aquél tiempo que ahora es pasado y que no nos deja volver en este presente.
Hay una última acepción con esta palabra que se refiere a una tonada andaluza de carácter melancólico, en compás de tres por ocho. Incluso es llamada copla, con la que se origina un baile muy famoso en la zona de esta España llamada Andalucía.
Estos cantares son de carácter melancólico, hay mucho dolor y mucho sentimiento de soledad dentro de ellos. Es la voz del pueblo en cada copa, en cada estrofa, en cada palabra que sale de dentro con la voz del sentimient, con la voz que llega desde el alma.
Son muchos los que lloran con ellas, los que ríen y bailan, los que rellenan esos huecos dejados por esa soledad interna, los que abren sus ojos intentando comprender el cante muy hondo de aquellos que saben ponerle la entonación y el sentimiento con un arte celestial.
En definitiva, esa soledad que necesita el ser humano para comprender quien es, para llegar a entender a qué ha venido a este lugar del planeta, a poder volver a encontrar su verdadera esencia, es tambíén la soledad de aquellos que no han sabido o no han podido verse en el espejo y comprobar que es cierta la divinidad que llevan dentro.
Miguel José
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