Uno cree que el Camino tiene necesidades de tiempos extras para sortear las incertidumbres y los peligros posibles. Al andar vas encontrando pautas Universales: oírse, olfatear, dejarse encontrar la oportunidad para ir comprendiendo.
Necesita humildad para aceptar la invitación. Prudencia mas que coraje, perseverancia mas que apuros y la mirada atenta va abriendo maravillas sin necesidad de esfuerzos, lo que imaginaba lucha contra lo externo. Es una búsqueda de equilibrio entre mis puntos fuertes y mis debilidades
Mas temprano que tarde mi intuición va desplegándose y esa capacidad de darme cuenta me lleva al lugar de abundancia donde se respira y se ve de otra manera el lugar: más armonioso con mis pensamientos, más cercano a mi corazón
Esa conciencia y la ausencia de expectativas da una posibilidad de escuchar un sonido que desde mi corazón recorre mi cuerpo y lo integra al Universo y éste lo devuelve hacia a mí enriqueciéndome en un reflujo sonoro.
El tiempo, que era escaso para mis expectativas, ahora es abundante para disfrutar de las cosas a cada instante. Antes pensaba en necesidades y logros, ahora disfruto de lo que se me ofrece.
Siento fluir la ternura de la vida acariciando al mismo tiempo y con la misma suavidad: mis pies, mis manos, mi cara, mi cuerpo, mi alma, las horas, los minutos, el lugar, el día, la noche....
Me siento incluido en el ir y venir de este ciclo cósmico de luz y sonido. Me siento inundado de tantos mensajes que cada día despiertan mi conciencia.
Ya no tengo expectativas, no me hace falta saber que pasará, no tengo la necesidad de aquellas escenas que me llevan a un futuro incierto, no dependo de aquello que llegará cuando sea el momento y el lugar.
Siento la Paz respirando dentro de mi Ser, la escucho en los silencios, la veo en la oscuridad y me siento escuchado cada vez que recibo un cosquilleo en mi espalda.
Veo mi color integrándose al sonido de mi corazón, veo como aquél rayo de luz blanca me envuelve en aquella nube que se crea a mi alrededor.
Percibo, al fin, el estruendo de mi gran Ser, aquél al que tantas veces he querido escuchar y que ahora se me presenta en la inmensidad de mi templo, justo donde el calor de mi corazón me quema en momentos en que no entiendo sus palabras.
El de los atentos agradecidos, el de los amables sensibles, el de los queridos sueños que en cada noche de esta experiencia humana me invitan a diseñar cada día de la forma que siento vivir mi camino.
Miguel José
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