Un masaje de pies es amor, es amar, es querer, es pensar, es vivir.
Siento placer cada vez que busco el tarro de crema que inundará mis manos para acariciar los pies, esa parte del cuerpo tan importante, esa parte que nos hace tomar contacto con la tierra, con la superficie de un planeta que nos da la vida y que nos la puede quitar.
Hablo de momentos en que mis dedos acarician la planta de los pies, justo el lugar donde el contacto con la madre Tierra nos produce la tranquilidad de no caer a ningún vacío, la gratitud de poder asentarnos en ella para continuar con todas aquellas cosas que ahora no recuerdo.
El masaje me envuelve, nos envuelve,los dedos caminan juntos, pero al momento cada uno va por su camino. Se vuelven a juntar para profundizar en aquella superficie, se separan para explorar por separado, se vuelven a recoger para seguir disfrutando, dudan en algunos momentos de realizar una presión, hablan todos con cada parte que van reconociendo.
El masaje comienza cerrando los ojos, para ver con mis manos. El viaje transcurre con los ojos cerrados y mis manos oyendo cada centímetro de una piel dura, de unos lugares castigados por esas gomas, por esos cueros. Los músculos que aparecen y desaparecen en cada encuentro van destensando una rigidez o dureza que siento cada vez que recorro con mis dedos un pequeño espacio.
Cada pie tiene su historia. Cada pie suele endurecer algunas zonas que no son las mismas. Cada pie camina por lugares distintos. Cada pie es diferente del otro, en primer lugar por la posición, en segundo lugar por la colocación de los dedos y en tercer lugar por su sentimiento.
Cada uno siente de una manera distinta. Cada parte de esos pies tiene una vida propia. Cada pequeña almohadilla que está escrita debajo de cada dedo cuenta una historia diferente. Los dedos viajan juntos, ocupan distintas posiciones, pero son como un peine que contiene las púas suficientes para poder peinar cada palmo de terreno.
El lugar desde donde recibo su información es muy profundo, como profundas son las sensaciones que el cuerpo recibe cada vez que doy un masaje. Quien lo recibe me escucha, quien lo da habla. Ambos se compenetran desde dentro, desde ese lugar del cual no sabemos nada o incluso muchos no creen que pueda existir.
El mensaje nunca es el mismo. Hay un brote de amor que envuelve los comentarios, los silencios, los murmullos de aquellos dedos chicos que se entrecruzan con esos dedos grandes. La palma de la mano acaricia la planta de los pies. La planta de los pies acaricia la palma de las manos.
Ambas partes de diferentes cuerpos se unen dentro del un masaje, en la realidad de unas caricias, en la ficción de unas palabras. El pie masajea las manos. Las manos masajean los pies. Es un sentimiento que ambos cuerpos mantienen durante largo tiempo. Tiempo que no podemos ni queremos medir.
El tiempo que no existe también es parte nuestra. Es la experiencia que nos da saber que cuando comienza un masaje de pies, comienza una nueva experiencia en donde el amor, la sabiduría y el silencio se combinan para dar vida a un pensamiento que nació de la parte más creadora jamás conocida.....nuestro corazón.
Un beso en cada pie, en cada mano, en cadadedo, despide este sentimiento que ha juntado tantas palabras en un poco espacio, pero que dentro de ese corazón ha vuelto a dejar un gran espacio de...... AMOR, AMOR CON MAYÚSCULAS.
Gracias amigos de España, de Suecia, de Estados Unidos, del resto del mundo por perder unos minutos de vuestro tiempo en escuchar los sonidos de mi corazón, de escucharos a vosotros mismos en este mundo que nos envuelve a todos en la semillas que hacemos germinar en nuestros corazones.
Miguel José
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